Ecuador, entre la Agroecología y los Transgénicos


Con una Constitución verde que da derechos a la naturaleza, prohíbe los transgénicos y garantiza el libre tránsito de semillas, Ecuador podría consolidarse como un ejemplo a nivel mundial de producción agrícola sostenible y saludable… si los poderes económicos no logran imponer su voluntad.

Finca agroecológica en Loja. Ecuador tiene muchas fincas familiares
que cultivan la tierra usando una combinación de técnicas ancestrales
y tecnología de punta con mínimo impacto ambiental.


En este momento la Asamblea Nacional ecuatoriana debate una propuesta de ley de semillas y agrobiodiversidad, elaborado por la Conferencia Plurinacional e Intercultural por la Soberanía Alimentaria (COPISA) y respaldado por más de cien organizaciones sociales y campesinas de todos los rincones del Ecuador.


En un mundo dominado por los intereses económicos, donde la industria alimenticia tiene una tremenda influencia, es inusual que una ley independiente a los intereses de la agroindustria haya llegado a tan altas instancias. Si la ley progresa, habremos sentado las bases para un futuro en Ecuador con una producción agrícola sana, sostenible y con mínimo impacto ambiental.

Pero para llegar a su aprobación, va a tener que enfrentarse a una dura oposición.


¿Por qué oponerse a los alimentos orgánicos?

En agricultura ocurre algo similar a lo que ocurre en medicina. Tanto la clase médica como los agrónomos son formados bajo el paradigma de que la naturaleza debe ser dominada por la tecnología. Si los médicos estudiaran menos farmacología y más nutrición, estarían más familiarizados con el gran poder autocurativo del cuerpo humano, y no serían tan ligeros al determinar cuándo realmente es necesario recetar una droga a un paciente.

En agronomía ocurre algo similar: con una arrogancia propia del siglo XX, los agrónomos dan la espalda a 10.000 años de práctica agrícola tradicional, minimizan la importancia de los ciclos de la naturaleza y la biodiversidad. Los agrónomos saben que el uso de agrotóxicos y los monocultivos son insostenibles a futuro pero no están familiarizados con otra manera de cultivar la tierra.

Luego de décadas de experimentación con monocultivos, plaguicidas y fertilizantes sintéticos, hoy la humanidad sabe que el suelo pierde su fertilidad y los alimentos absorben los agrotóxicos. Ya se sabe que las plagas requieren dosis cada vez mayores de plaguicidas para superar la resistencia que éstos generan con el tiempo. 

Pero, al igual que ocurre en medicina, existe resistencia a cambiar el modelo. Posiblemente tiene mucho que ver el miedo a lo nuevo de quienes han aprendido sólo una manera de hacer las cosas. El poder económico (de la industria alimenticia y farmacéutica, respectivamente) incide grandemente, pues al ser los principales auspiciantes en la sociedad de consumo, es difícil pedir a los medios comerciales que nos digan la verdad.

Si en el pasado la religión era la que decía a la gente qué pensar, hoy es la ciencia. Y si los científicos tienen su propia agenda para oponerse al cambio de un modelo caduco e ineficiente (en agronomía y medicina), la única solución es que la gente se informe y se ponga de pie para defender sus derechos.

El problema es complejo porque las grandes corporaciones que han invertido billones en investigación y desarrollo de estas tecnologías se convierten en defensores incondicionales de éstas, y usan descaradamente su poder de negociación como los clientes más apetecidos del medio publicitario para presionar por que se minimicen las noticias que denuncian los riesgos de esos modelo. En el mass media mundial sencillamente rara vez se escucha la [muy generalizada] concepción de que la agroindustria (y la medicina moderna) son ineficientes y desalmados negocios.

Hay casos en algunos países, pero más notablemente en Argentina y EUA, de juicios de la empresa Monsanto contra medios de comunicación que se han atrevido a advertir sobre los peligros de los transgénicos. Monsanto, líder mundial en semillas transgénicas, también practica la intimidación judicial hacia campesinos que tienen cultivos transgénicos y no pueden presentar pruebas de haber comprado semillas.

La Alianza Biodiversidad, red de organizaciones ambientalistas de toda América Latina, denunció que detrás del golpe de estado parlamentario que recientemente sufrió Paraguay, están las grandes corporaciones del agronegocio, puntualmente Monsanto y Cargill, aliados con los terratenientes y fuerzas reaccionarias de la más corrupta partidocracia paraguaya. [1]

El periodista paraguayo Idilo Méndez Grimaldi denunció que a consecuencia de la resistencia del Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas (SENAVE) paraguayo de insribir la semilla de algodón transgénico, el derechista diario ABC Color lanzó una campaña mediática contra su presidente, contra la Ministra de salud y el Ministro de ambiente de Lugo por oponerse a los transgénicos. El principal accionista del diario es Aldo Zuccolillo, dirigente de la Sociedad Interamericana de Prensa y con estechos nexos con la UGP, la asociación campesina defensora del agronegocio que hizo férrea oposición a Lugo.

Adicionalmente, Méndez Grimaldi denuncia que la prensa paraguaya está llevando a cabo un macabro plan para desprestigiar a las organizaciones campesinas encaminado a lograr la descampesinización del campo paraguayo y que éste quede para usufructo exclusivo del agronegocio. [2]

Que los campesinos estén sujetos a comprar las semillas a una transnacional, o a su propio gobierno, es contrario a los principios de soberanía alimentaria, e incompatible con los valores humanistas que practican los gobiernos progresistas sudamericanos. Las semillas han existido libremente desde la revolución neolítica y es incierto qué podría pasar en el futuro si su provisión se limita a pocas manos.


La agricultura ecológica, o Agroecología

Existe un movimiento cada vez más fuerte en el mundo llamado Agroecología, impulsado por agricultores que incorporaron tecnologías de vanguardia con conocimientos ancestrales y presentan un nuevo modelo de gestión agrícola integral, sin el uso de agrotóxicos, que pone al ser humano antes que el capital.

Recientemente en una medida sin precedentes –considerando el enorme poder de la industria alimenticia dentro de la burocracia internacional--, el Relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación declaró que la agroecología puede ayudar a garantizar significativamente el derecho a la alimentación de los pueblos. El informe agrega "la agroecología puede aumentar al mismo tiempo la productividad agrícola y la seguridad alimentaria, mejorar los ingresos y los medios de sustento de la población rural y contener e invertir la tendencia a la pérdida de especies y la erosión genética". [3]

Existen estudios que demuestran que una gestión agrícola bien manejada, usando tecnología con cero impacto ambiental, es capaz de ser tan o más productiva que la agroindustria. [4] Y esto sin considerar otras características de la producción agroindustrial: inferior calidad nutricional de los alimentos, su carga tóxica, los riesgos que sufren los agricultores, la pérdida de puestos de trabajo en el agro, los subsidios a los agrotóxicos, las pérdidas causadas por la erosión en el suelo, el impacto ambiental por la creación de "desiertos verdes", entre otros.

Tomando en cuenta todos estos factores, que en los análisis económicos tendenciosos se los suele ubicar como "externalidades", no son tal en realidad, pues deberían ser considerados como costos inherentes a la producción agroindustrial. Un estudio del International Fund for Agricultural Development IFAD de 2004 tomó una muestra de 5150 familias campesinas que habían empezado a practicar la agroecología y determinó que en todos los casos las familias obtenían mayores beneficios económicos que cuando practicaban agricultura industrial. [5]

Recientemente la red Guardianes de Semillas realizó en Loja, Ecuador un estudio comparativo entre la productividad de una hectárea en un año de cultivo de maíz usando tecnología convencional (agroquímicos, pesticidas, etc.) vs. técnicas agroecológicas. El estudio concluyó que la producción agroecológica es más productiva, pues requiere de únicamente 5,5 hectáreas para alcanzar la misma utilidad que generarían 19,6 hectáreas de cultivo convencional. [6] Este estudio no toma en cuenta el costo de la erosión del suelo ni el impacto ambiental de los agroquímicos, ni su impacto negativo en la salud humana y gastos médicos.

Esta diferencia no siempre es tan drástica (19 vs. 5 hectáreas), pues varía de un cultivo a otro. Sin embargo, el alto costo de la úrea y el trabajo que implica enfrentar la naturaleza, incrementa costos injustificadamente. Si a esto sumamos las facilidades que ofrece ahora el gobierno para pequeños exportadores, el potencial de un cultivo orgánico es realmente mayor. Una política gubernamental que profundice en el tema, concluiría que los subsidios agrícolas (úrea y demás) no serían necesarios en un modelo agroecológico.


Lo que pasó en Rio+20

En la reciente conferencia Rio+20, la CIDSE, una alianza de 16 organizaciones católicas en Europa y Norteamérica, declaró que “el sector agrícola ha sido reducido a una función industrial para servir propósitos económicos y a los mercados mundiales. Hay una necesidad de reorientar el sector hacia el servicio a la sociedad. Se deben relocalizar los sistemas de producción de alimentos, difundiendo modelos agroecológicos de producción, y cuestionar los modelos de producción y consumo actuales”. [7]

Durante la conferencia se dieron cita algunas reuniones paralelas sobre agroecología, y ésta fue mencionada durante toda la Conferencia como un modelo de tecnología alternativa capaz de paliar el problema ambiental del planeta. [8]

En Rio+20 la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología reportó que:
--- En algunas de las principales regiones productoras de cereales del mundo, la tasa de rendimiento está decreciendo, a pesar del uso cada vez mayor de fertilizantes. Cuando se tiene en cuenta la dependencia del petróleo y la huella ecológica de la agricultura industrial, surgen graves preguntas sobre la sostenibilidad medioambiental, económica y social de las estrategias agrícolas modernas. La intensificación de la agricultura con variedades de cultivos de alto rendimiento, fertilización, irrigación y pesticidas tienen un fuerte impacto sobre los recursos naturales con graves implicacaciones en el medio ambiente y la salud. Se ha estimado que el costo de las externalidades de la agricultura industrial en el Reino Unido es de entre 2.300 a 3.100 millones de dólares al año. Y en EUA casi 20.000 millones de dólares al año. Y si se consideran los costos por daños a recursos hídricos, suelos, aire, fauna silvestre, biodiversidad y salud humana, otros USD 5.700 millones surgen del costo invertido en programas para solucionar estos problemas o para fomentar una transición hacia sistemas más sonstenibles. El orgullo estadounidense de tener comida barata es sólo una ilusión; los consumidores pagan mucho más allá del precio estipulado en las tiendas de comestibles. [9]

Irene Cardoso, vicepresidenta de la Associacao Brasileira da Agroecologia, en entrevista con AgricultureNetworks, poco antes de la Conferencia Rio+20 declaró que:
--- Brasil es un ejemplo de cómo políticas [gubernamentales] pueden fomentar el desarrollo de una agricultura sostenible. En Brasil hay una ley que obliga a las escuelas públicas a comprar el 30% de sus provisiones de fincas familiares. Esto fomenta la proliferación de familias productoras, lo que a su vez favorece a la agroecología […] En la zona de Mata, muchos campesinos producen café usando métodos agroecológicos. También cultivan banano, aguacate y madera mientras cuidan por la calidad del suelo y del agua. Esos campesinos han declarado que sus ganancias no son inferiores comparado con los métodos convencionales. Hoy en día, en Brasil el entorno político favorece el enfoque agroecológico más que hace diez años. ¡Hemos cambiado la mentalidad de la gente! [… ] El lanzamiento durante Rio+20 de las nuevas leyes favorables a la agroecología en Brasil, que fueron consensuadas con agricultores, científicos y ténicos involucrados con el tema, podrá ser un ejemplo para otros países.

Pero paradójicamente, Brasil es el mayor consumidor mundial de agrotóxicos, pues el 20% de la producción mundial de químicos para consumo agrícola se consumen en este vasto territorio de contrastes.  


El sustento científico de la agroecología

La Universidad de Tufts en Massachussetts condujo una investigación, que estuvo a cargo de Mamerto Pérez de Bolivia, Sergio Schlesinger de Brasil, y Timothy A. Wise de EUA, cuyas conclusiones fueron que la promesa de un desarrollo basado en exportaciones agrícolas es exagerada, mientras que los peligros para los productores de pequeña escala son muy reales. Y atribuye el inicio del proceso de la industrialización de la agricultura al Consenso de Washington y la [neo] liberalización de la economía. Otra conclusión del estudio fue que:
-- La exportación agrícola basada en la expansión del acceso a los mercados globales, no es por sí sola un motor confiable para un desarrollo que beneficie a la población rural. Las agroindustrias de la soya de Sudamérica son innegables ganadoras de la liberalización global del comercio, pero pocos de sus beneficios se dirigen a las comunidades rurales. Basadas en el uso intensivo de insumos y en la industrialización del monocultivo, a pesar de su creciente producción, han disminuido el empleo y el salario. Además, su expansión agrícola en tierras muy frágiles deja un daño ambiental duradero.

El informe señala que el énfasis de la inversión pública en programas anti-pobreza relega a las comunidades rurales al rol de receptores de donaciones en desmedro de su importancia como productores de alimento. Según ellos, difícilmente el sector privado proporcionará inversiones adecuadas a este propósito. La agricultura familiar necesita apoyo del Estado y organizarse para asegurar su participación de los beneficios surgidos en nichos de mercados y en el crecimiento del sector de los supermercados. La economía globalizada ofrece oportunidades para los agricultores de pequeña escala, a condición de que reciban apoyo público sostenible y organización. Los supermercados y otros compradores demandan volumen, homogeneidad y entrega oportuna, lo que pone a estos agricultores en desventaja frente al agronegocio.

Y concluye que es muy importante reconocer y realzar el rol de la agricultura familiar en el cuidado del medio ambiente rural. El mercado liberalizado no reconoce estas contribuciones de los agricultores de pequeña escala. Las políticas públicas deben encontrar maneras de reconocer estos servicios ambientales críticos: diversificación de las semillas, manejo del agua, preservación de los suelos, secuestro del carbón, conservación de la biodiversidad, etc. [10]

El Dr. Adolfo Maldonado, español, define el problema de la agroindustria en estos términos:
--- Mientras en el norte se acelera la producción a base de hormonas, el sur sigue mirando al norte como ejemplo a seguir y destina enormes extensiones de tierra para producir transgénicos que necesitan cinco veces más químicos que los cultivos tradicionales […]
En este sur se destruyen las mejores tierras para que produzcan para los países ricos, las selvas se eliminan para crear plantaciones de palma africana y proveerlos de biocombustibles, y en las costas se apuesta por el banano mientras la producción extensiva e intensiva de camarones acaba con los manglares de cuyos recursos vivían miles de pescadores.
Caña, café, cacao, flores, tabaco, banano, son parte de esta “economía de la sobremesa”, como la ha calificado Edgar Isch, que desatiende los problemas propios que darían soberanía alimentaria para ser servidores de otros. Destruimos nuestras áreas protegidas para sacar petróleo y sembrar biocombustibles. [11]

Según el documental Seeds of Freedom, las grandes corporaciones que lucran de la agroindustria constantemente, a través de sus aliados los medios de comunicación comerciales, quieren proyectar el mensaje de que la agricultura familiar y agroecológica es atrasada, y la solución a la pobreza es la industrialización del agro. Pero la verdad es que la agricultura familiar alimenta al 70% de la humanidad, y es el único sistema de producción agrícola sustentable. [12]


La controversia por los transgénicos

Pese a que las autoridades de los Estados Unidos han tratado de defender contra viento y marea los cultivos transgénicos, hay suficiente evidencia que indica que éstos no son tan sanos como los quieren retratar. EUA lleva la batuta a nivel mundial en la defensa de los alimentos genéticamente modificados y en la insistente y dudosa aseveración de que no hay diferencia entre un injerto botánico y un transgénico.

Los defensores de estas nuevas tecnologías piden "estudios concluyentes" que demuestren que los transgénicos son dañinos. Y tachan de fatalistas o “emotivos” a quienes desconfían de estas tecnologías. El problema es que con humanos es difícil tener "estudios concluyentes" porque gran parte del potencial de riesgo de los transgénicos es a nivel genético, es decir que es imposible ver afecciones hasta que no hayan pasado dos o tres generaciones.

Por ejemplo, un estudio con hamsters alimentados con soya transgénica demostró que su consumo aumentaba la mortalidad infantil y a la tercera generación muchos ratones dejaban de ser fértiles. A algunos les salían extraños pelos en la boca. Esto significa que los transgénicos bien podrían dejar secuelas a nivel genético que la humanidad no tendrá forma de avertir sino hasta después de 40 ó 50 años.

Un estudio realizado en humanos advierte que si el gen de antibiótico insertado en los cultivos transgénicos se traspasara a los humanos que lo consumen, podría crear super enfermedades resistentes a los antibióticos.

Esta conclusión se complementa con un estudo realizado recientemente por investigadores canadienses y publicado en el jornal Reproductive Technology, que reporta que los pesticidas usados en los cultivos transgénicos, y algunos de los genes usados para crear organismos genéticamente modificados, eran capaces de sobrevivir en el tracto digestivo humano, y de transmitirse a bebés en gestación.[13] Este descubrimiento contradice la tesis sostenida por el gobierno de EUA y Monsanto, quienes aseguran que los genes y bacterias insertados en los cultivos transgénicos no pueden sobrevivir en el tracto digestivo.


Transgénicos y alergias

Adicionalmente, hay muchos estudios que indican que las proteínas transgénicas son alergénicas. En experimentos con ratones se ha comprobado que la soya transgénca reduce drásticamente la variedad de enzimas digestivas. Las enzimas digestivas son necesarias para tener tolerancia a los alimentos, y en su ausencia se producen las alergias.

En Inglaterra, las alergias a la soya incrementaron en un 50% luego de que se empezara a consumir soya transgénica. Ha habido ya casos de intoxicaciones con alimentos transgénicos, pero sobre los efectos a largo plazo es imposible tener estudios concluyentes, pues son tecnologías muy recientes. A nivel de conjeturas, la gran mayoría de médicos holísticos en el mundo están convencidos que la reciente ola de enfermedades crónicas, autismo, alergias, problemas reproductivos y digestivos es consecuencia de la difusión de los cultivos transgénicos en el mundo.

Por todos esos motivos, muchas organizaciones médicas y de consumidores en todo el mundo recomiendan evitar consumir alimentos transgénicos hasta no tener experimentos a largo plazo. La idea de que la tecnología puede realmente crear alimentos mejores a los naturales va en la misma línea  de aquella arrogancia propia del siglo XX que creía que la naturaleza era imperfecta y el rol de la ciencia era mejorarla. Es la misma mentalidad que se opone a la medicina natural y sigue creyendo que los extractos de las sustancias medicinales naturales –las drogas—son mejores que sus contrapartes naturales.

Según el doctor Arturo Quizhpe, decano de la facultad de Ciencias médicas de la Universidad de Cuenca, es difícil predecir cuáles podrían ser los efectos a largo plazo de la ingestión de genes usados en esta clase de alimentos, pero cada vez existe en los ámbitos académicos ligados a la salud, preocupación sobre los cuidados que debe tenerse en el más manejo de esas tecnologías. Quizhpe asegura que mientras más temprano la introducción de transgénicos en las dietas de infantes, mayor riesgo de sensibilización y producción de alergias de gravedad incierta e impredecible. Y sugiere también la posibilidad de resistencia a los antibióticos en los seres humanos que consumen transgénicos en forma reiterada, un asunto que merece investigarse y documentarse.

A corto plazo, lo que sí es evidente y palpable es que, al haber recibido genes de bacterias super resistentes para poder usar pesticidas poderosos como el glifosato, la cosecha inevitablemente va a tener residuos en cantidades considerables del agrotóxico que no matarán a la planta pero sí pueden hacer daño al ser humano que la consuma.


La productividad de los transgénicos

En cuanto a la productividad, un reciente estudio realizado por la Universidad de Kansas  demostró que la soya transgénica produce un 10% menos de alimento que la soya tradicional, desmintiendo otro de los grandes mitos: que los transgénicos son muy rendidores. [14]

Para quien es muy rendidor un cultivo transgénico es para el empresario, pues una plantación transgénica requiere drásticamente menos mano de obra que un cultivo tradicional. En los cultivos de soya transgénica en Argentina se utiliza como promedio un trabajador por cada 225 hectáreas cultivadas.

La edición de julio de 2012 del jornal GM Crops & Food reporta el surgimiento de una nueva variedad de supergusanos que sí puede acabar con plantaciones de maíz transgénico. En el año 2003, se lanzó al mercado mundial con bombos y platillos una nueva especie de maíz transgénico al que se le había inyectado el genoma de la bacteria Bacillus thuringiensis, más conocida como Bt. Con esto, los gusanos de tierra que ingerían el maíz morían, volviendo a los cultivos inmunes a esta amenaza.

Pues bien, ahora esta tecnología que está difundida por todo el mundo está en riesgo de desplomarse, pues luego de una mutación genética, los gusanos de tierra han mutado para volverse resistentes a la bacteria Bt y, según se estima, tienen 11 veces más posibilidades de sobrevivir que en los tiempos en que se sembraba maíz convencional. [15]

Este gravísimo tema ha sido minimizado por los medios de comunicación pero, dado lo dependiente que se ha vuelto la economía norteamericana del maíz transgénico, los resultados del surgimiento de estos supergusanos son impredecibles. En una carta firmada por 22 prominentes científicos, éstos advierten al gobierno de EUA sobre los graves riesgos para la economía de ese país si se desencadena una plaga a nivel nacional de estos gusanos mutantes.


Transgénicos y corrupción pública

Jeffrey Smith, en lu libro Seeds of Deception habla de los años en que Michael Taylor, un ex abogado de Monsanto, manejó el tema Transgénicos en la Food & Drug Administration norteamericana –la polémica FDA.

El libro cita al fiscal Steven Druker, quien estuvo a cargo de analizar documentos internos de la FDA:
-- “Durante los años de Michael Taylor, se borraron sistemáticamente referencias a los efectos secundarios de los transgénicos, pese a la protesta de científicos de la agencia. Mientras Taylor estuvo en la FDA, ésta expidió un documento definitivo que dejó sentada la posición de EUA (y por ende, Latinoamérica), respecto a este tema: que los alimentos transgénicos no son más riesgosos que los naturales y que la agencia no tiene evidencia de lo contrario.

El libro relata que cuando esta declaración fue emitida, el público no estaba al tanto de los desacuerdos internos en la FDA, pero luego esto se hizo public como consecuencia de una orden judicial. El tema fue ignorado por los medios de comunicación. Finalmente, el libro cita a Linda Kahi, una ex agente de la FDA que declaró que en la Agencia querían forzar la conclusión de que no hay diferencia entre los alimentos genéticamente modificados y los injertos”.

Cita también a Richard Borroughs, veterinario de la FDA, refiriéndose a los cambios que vivió la FDA desde que surgieron los trangénicos:
-- “Había una fuerte tendencia para aprobar todo a cualquier precio. Pasamos de tener un ambiente académico/universitario donde había investigación científica independiente, a una atmósfera de ‘Aprueba, aprueba, aprueba’ [Ahí empezó a entrar gente nueva y] se perdió la responsabilidad de la agencia para con la salud de la población”.

Cita la declaración de un funcionario del Congreso de EUA en los primeros años de los transgénicos:
-- “En la FDA la moral apesta. Cientos de personas se han retirado o renunciado en rechazo. La mejor gente, la que creía en trabajar por la salud pública, se ha ido”.

El genecista David Suzuki, que ha investigado a fondo los transgénicos, sostiene que  “Cualquier político o científico que diga que estos productos son seguros es muy estúpido o está mintiendo –los experimentos no se han hecho”.

La Royal Society de Canadá sostiene que es “científicamente injustificable” que se diga que los transgénicos son seguros. Un reporte de 245 páginas sobre el tema asegura que un organismo genéticamente modificado necesariamente va a tener cambios colaterales en su comportamiento en respuesta a los nuevos genes insertados. Así como cambios en los patrones de las proteínas producidas en el cuerpo y cambios en las actividades metabólicas, que pueden resultar en toxinas nuevas u otras sustancias dañinas.

El reporte de la Royal Society es claro cuando cita a la revista inglesa Nature Biotechnology: Los riesgos en biotecnologías son innegables, y están en el área de lo imposible de saber. Lo prudente es reconocer esos riesgos y no ser demasiado optimistas ante ellos”.

En Europa hay muchas leyes que restringen los transgénicos, y en todos los casos es reglamentario que los alimentos transgénicos adviertan serlo en su etiqueta. En EUA hay una áspera controversia, pues el gobierno se resiste a la presión pública para reglamentar el etiquetado de transgénicos. Recientemente, en una victoria civil difícil de creer (en EUA), se aprobó un referéndum en California para preguntar a la población si quiere que los transgénicos sean etiquetados.

El Toxicology Group señala cuatro tipos de efectos negativos a corto plazo producidos por el consumo de transgénicos: (1) Niveles mayores de toxinas naturales (2) Aparición de toxinas nuevas, no identificadas previamente; (3) Mayor tendencia a recoger sustancias tóxicas del ambiente, como pesticidas o metales pesados, y (4) Alteraciones no deseables en los niveles de nutrientes.

Esto es únicamente en lo que atañe a efectos a corto plazo y a salud de los consumidores: las fumigaciones aéreas con potentes herbicidas crean literalmente desiertos verdes donde se arrasa con el mínimo rezago de biodiversidad. A nivel social se reduce la necesidad de mano de obra. A nivel cultural se traslada al campo modelos industriales competitivos y neuróticos.

Es oportuno aclarar que no todos los transgénicos son igualmente dañinos. Es posible que, llevando a cabo los tests alergénicos recomendados por la OMS se pueda determinar de una manera responsable que una nueva variedad de transgénico no produce alergias. El problema es que, antes de probar el producto en humanos durante un tiempo mínimo es imposible estar seguros de los efectos a mediano y largo plazo. Sobre lo que sí hay un consenso a nivel científico es que aquello de que no hay diferencia entre los cultivos transgénicos y los naturales es una vil mentira, y que el uso intensivo de plaguicidas inherente a los transgénicos afectan gravemente la salud de los ecosistemas, los agricultores y los consumidores.


Transgénicos en la medicina

En medicina hay aplicaciones transgénicas, como algunas variedades de insulina por ejemplo, que han llevado a muchas personas a pensar que es un error prohibir los transgénicos.

Según Roberto Gortaire, vocal de la Conferencia Plurinacional e Intercultural por la Soberanía Alimentaria COPISA:
-- "Los fármacos no son en sí organismos transgénicos, sino que son subproductos (como la insulina) que no contienen los transgenes y son consumidos solo eventualmente, a diferencia de los alimentos transgénicos (como la soya o el maíz), que nosotros consumimos directamente, casi a diario y que contienen en sí mismo los transgenes que inlcuyen material de virus y bacterias infecciosas y que pasan a ser parte de nuestro propio organismo. Adicionalmente, en las investigaciones médicas, estas sustancias están confinadas en áreas esterilizadas y de laboratorio, cerradas ante cualquier posibilidad de contacto con el medio exterior, y además con estrictas normas de bioseguridad. Y aun así, eso no es una garantía de que estén libre de riesgos. Se cree muy probable que la crisis europea de "los pepinos" por causa de la bacteria E. Coli, es producto de la transgénesis. Y aunque fuéramos permisibles en este caso, estos procedimientos distan muchísimo de la estupidez de cultivar al libre ambiente millones de hectáreas de cultivos transgénicos que interactúan con el ecosistema y que se están convirtiendo rápidamente en nuestra comida, se convierten en parte de nuestro propio organismos con terribles efectos ya comprobados. Ahora quieren usar el argumento de la insulina transgénica para decir que los transgénicos son buenos, y que no se deberían prohibir los transgénicos por este motivo". 


La polémica en Ecuador

En Ecuador se han dado muchos cambios positivos a nivel político, insuales en el mundo actual, pues la mayoría de los gobiernos suelen estar estrechamente aliados al poder económico. En materia agrícola podría haber algo de desinformación en las altas esferas de gobierno, lo que podría estar permitiendo que los intereses de la agroindustria logren materializar su presión para evitar que el mandato constitucional se traduzca en leyes. El principal enemigo de la salud de la gente es la desinformación.

La Conferencia por la Soberanía Alimentaria (COPISA) presentó a la Asamblea Nacional el proyecto de ley de Semillas y Agrobiodiversidad, y éste se está debatiendo actualmente. Con un apoyo masivo de más de 100 organizaciones campesinas, la COPISA ha hecho un trabajo de hormiga recorriendo el país y captando el sentir del campesino frente a los químicos usados en el agro.

El Instituto Nacional Autónomo de Investigaciones Argopecuarias (INIAP), que es el órgano encargado de tecnificar la práctica agrícola en el país, se ha convertido en principal crítico de la propuesta de ley, pues en una carta abierta al Presidente de la República, acusa a la ley de pretender erradicar los monocultivos en el país.

La COPISA responde dicha carta, aclarando que la intención de la ley no es erradicar los monocultivos, sino abrir un espacio para la agroecología, pues el marco legal existente estimula únicamente la agroindustria convencional, a nivel de préstamos y subsidios.

El INIAP también hace referencias a numerosos tratados internacionales que el Ecuador violaría de aprobarse una ley agroecológica, pero la COPISA responde que la Constitución y la soberanía nacional están por encima del cumplimiento de cualquier tratado internacional.

El INIAP objeta también que la ley de Semillas y agrobiodiversidad trata demasiados temas; que deberían ser leyes separadas. La respuesta que presenta la COPISA es tan clara y persuasiva que la reproduciré textualmente:

Desde el paradigma occidental que orienta mayormente a nuestra ciencia y tecnología, se considera deseable la “fragmentación y especialización” del conocimiento, pero desde la práctica cotidiana de la agricultura familiar y desde el paradigma de la Soberanía Alimentaria, lo deseable es recurrir a la integración, el pensamiento complejo, el manejo de sistemasLa clave fundamental de esta propuesta de ley es reconocer la importancia de la agrobiodiversidad y la semilla campesina, y fomentarla no solo como objeto sino como un sistema complejo que incluye conocimientos y saberes asociados, y una tecnología apropiada para su manejo, cultivo y desarrollo. Esto es a lo que llamamos Agroecología, por esta razón es pertinente una asociación de estos temas en la propuesta de ley.

Preocupados por la noticia de que la Escuela Politécnica del Litoral de Guayaquil está produciendo una variedad de banano transgénico, la sede del movimiento Slow Food en Italia envió una carta al presidente Correa advirtiéndole sobre lo riesgoso que sería para la imagen del país ante los compradores de sus productos en Europa que ven a Ecuador como un país libre de transgénicos.

Si consideramos que Ecuador tiene una enorme biodiversidad y una Constitución verde, lo natural sería que el país avance unificada y consensuadamente hacia un modelo agrícola ecológico que permita una alimentación más saludable y una vida en el campo menos estresada. Y que posicione internacionalmente los productos ecuatorianos como orgánicos y producidos con comercio justo.


Llegan los medios comerciales

La Revista Gestión publicó recientemente un reportaje de más de diez páginas en defensa de los transgénicos. En respuesta, más de 80 organizaciones campesinas y sociales firmaron una carta dirigida a la Subdirectora de la revista que refuta uno por uno los argumentos que presenta el artículo para defender los transgénicos.

Ante la afirmación del artículo de que el uso de transgénicos es sinónimo de avance tecnológico, la carta argumenta:
La economía que se ha desarrollado en torno a la agrobiotecnología ha seguido precisamente esta lógica de acumulación excluyente a la que hace mención el Plan Nacional del Buen Vivir. No es de extrañarse que los países que han adoptado de manera más agresiva los cultivos transgénicos con resistencia a herbicidas, sean aquellos donde se registran los niveles más altos de concentración de la tierra. Y es que al analizar una tecnología, no se puede abstraer del contexto social y económico en la que ésta se aplica. No podemos detenernos solamente a evaluar los problemas tecnológicos de los transgénicos (que son muchos), es necesario además tomar en consideración factores como que los cultivos con resistencia a herbicidas son concentradores de tierra, pues las semillas se aplican usando un paquete tecnológico que incluye la llamada de “siembra directa” y la agricultura de precisión que requieren inmensas máquinas, cuya adquisición no se justificaría si no fuera para grandes extensiones. A esto hay que sumarle que las aspersiones con herbicidas no permiten la coexistencia con otros cultivos, lo que da como resultado gigantescos monocultivos de cientos de miles de hectáreas. 

Nada más alejado del Buen Vivir, principio también reconocido en la nueva Constitución, que plantea una nueva relación entre los seres humanos con la naturaleza, y los seres humanos entre sí.  Esta nueva relación puede tener como asidero la Agroecología, modelo basado en la riquísima agrobiodiversidad del Ecuador y que es reconocido por las propias Naciones Unidas y la comunidad científica por sus efectos positivos en la producción alimentaria, en la reducción de la pobreza y en la mitigación al cambio climático[16].  Las múltiples experiencias con las que contamos en nuestro país y en todo el mundo, así lo demuestran.

La misma carta aclara que el artículo recurrentemente cita estudios de la ISSA para fundamentar su discurso, una organización aparentemente financiada por la industria alimenticia. Según el Food and Water Watch, la ISSA utiliza en su informe sobre los transgénicos afirmaciones exageradas y hace juegos de manos para ‘demostrar’ la supuesta popularidad de los cultivos transgénicos.


¿Qué dice Correa?

El Presidente Rafael Correa ha sugerido en algunas ocasiones que los pequeños propietarios en el agro podrían asociarse y “tecnificarse”. El problema con esta idea es que parte de un supuesto incorrecto: que la industrialización del agro genera mayor productividad, cuando no es así. Mayor productividad para el empresario no es lo mismo que bienestar para la gente. La agroecología tiene el potencial de ser igual o más generadora de riqueza. Y no sólo riqueza sino bienestar.

La agroecología no está reñida con una tecnificación y racionalización de los procesos, protege al país del impacto ambiental del crecimiento de la frontera agrícola, ahorra en costos de salud pública y cumple el mandato constitucional de avanzar hacia un modelo de atención médica primaria.

Cada vez más, en el mundo la gente busca alimentarse sanamente. Hoy se valora más el trabajo de las microempresas comunitarias, el comercio justo y las fincas familiares. La fragmentación de los procesos que trae la industrialización los vuelve menos auténticos e integrales. Ecuador está en una posición de credibilidad para asociar su marca país a la agroecología, y dar a su imagen gastronómica una identidad orgánica y natural. El potencial del país como exportador de productos orgánicos y productos alimenticios manufacturados es muy interesante. El beneficio a nivel turístico de ser un país donde el cultivo de la tierra se hace con respeto al medio ambiente y a los campesinos tiene un potencial económico mucho mayor que la promesa de grandes plantaciones de monocultivos.

Hoy más que nunca es importante que se dé un diálogo nacional desapasionado y que la voz de la gente y su derecho a alimentarse sanamente prevalezca por encima de los intereses de la poderosa industria alimenticia. Si la propuesta de ley de semillas y agrobiodiversidad llega a buen término, Ecuador estará dando ejemplo una vez más de lo que es un gobierno que pone los intereses de la gente antes que los del capital.




Fuentes

Reseña del libro Seeds of Deception de Jeffrey Smith, un completo alegato contra la difusión de los transgénicos en el mundo: http://www.wanttoknow.info/deception10pg

Ver la propuesta de ley en http://www.soberaniaalimentaria.gob.ec/pacha/wp-content/uploads/2012/03/PROPUESTA-LEY-AGROBIODIVERSIDAD-SEMILLA-AGROECOLOGIA1.pdf

Entrevista en video a Miguel Altieri, Presidente de la Sociedad científica latinoamericana de agroecología y profesor de la Universidad de California en Berkeley  http://time.hasco.me/rio20-agroecology-is-the-only-path-miguel-altieri/




[1] http://bioseguridad.blogspot.com/search/label/es
[2] http://bioseguridad.blogspot.com/search/label/es
[3] http://www2.ohchr.org/english/issues/food/annual.htm    www.srfood.org   http://uncsd.iisd.org/news/report-on-agroecology-highlights-benefits-for-sustainable-development/
[4] http://aspta.org.br/wp-content/uploads/2012/05/SOCLA-Rio+20-scaling-up.pdf
[5] http://aspta.org.br/wp-content/uploads/2012/05/SOCLA-Rio+20-scaling-up.pdf
[6] http://es.scribd.com/doc/99476602
[7]http://www.uncsd2012.org/content/documents/The%20changes%20we%20need%20for%20the%20future%20we%20want_CIDSE%20recommendations%20for%20Rio+20.pdf
[9] http://rio20.net/propuestas/agroecologia-unica-esperanza-para-la-soberania-alimentaria-y-la-resiliencia-socioecologica
[10] http://ase.tufts.edu/gdae/Pubs/rp/AgricWGReportJuly08SumSpan.pdf
[11] http://ia700204.us.archive.org/11/items/RestablecerLaSaludDeLosEcosistemasParaContenerLaResistenciaBacteriana/RestablecerLaSaludDeLosEcosistemasParaContenerLaResistenciaBacteriana.pdf
[12] http://seedsoffreedom.info/
[13] http://www.rodale.com/genetically-modified-food-0
[14] http://www.independent.co.uk/environment/green-living/exposed-the-great-gm-crops-myth-812179.html
[15] http://www.landesbioscience.com/journals/36/article/20744/     http://www.naturalnews.com/036254_GM_corn_rootworm_crop_failures.html

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