Con una Constitución verde que da derechos a la
naturaleza, prohíbe los transgénicos y garantiza el libre tránsito de semillas, Ecuador podría consolidarse como un ejemplo a nivel mundial de producción
agrícola sostenible y saludable… si los poderes económicos no logran imponer su voluntad.
Finca agroecológica en Loja. Ecuador tiene muchas fincas familiares que cultivan la tierra usando una combinación de técnicas ancestrales y tecnología de punta con mínimo impacto ambiental. |
En este momento la Asamblea Nacional ecuatoriana
debate una propuesta de ley de semillas y agrobiodiversidad, elaborado por la
Conferencia Plurinacional e Intercultural por la Soberanía Alimentaria (COPISA)
y respaldado por más de cien organizaciones sociales y campesinas de todos los
rincones del Ecuador.
En un mundo dominado por los intereses económicos,
donde la industria alimenticia tiene una tremenda influencia, es inusual que
una ley independiente a los intereses de la agroindustria haya llegado a tan
altas instancias. Si la ley progresa, habremos sentado las bases para un futuro
en Ecuador con una producción agrícola sana, sostenible y con mínimo impacto
ambiental.
Pero para llegar a su aprobación, va a tener que
enfrentarse a una dura oposición.
¿Por qué oponerse a los alimentos orgánicos?
En agricultura ocurre algo similar a lo que ocurre en
medicina. Tanto la clase médica como los agrónomos son formados bajo el
paradigma de que la naturaleza debe ser dominada por la tecnología. Si los
médicos estudiaran menos farmacología y más nutrición, estarían más
familiarizados con el gran poder autocurativo del cuerpo humano, y no serían
tan ligeros al determinar cuándo realmente es necesario recetar una droga a un
paciente.
En agronomía ocurre algo similar: con una arrogancia
propia del siglo XX, los agrónomos dan la espalda a 10.000 años de práctica
agrícola tradicional, minimizan la importancia de los ciclos de la naturaleza y
la biodiversidad. Los agrónomos saben que el uso de
agrotóxicos y los monocultivos son insostenibles a futuro pero no están
familiarizados con otra manera de cultivar la tierra.
Luego de décadas de experimentación con monocultivos,
plaguicidas y fertilizantes sintéticos, hoy la humanidad sabe que el suelo
pierde su fertilidad y los alimentos absorben los agrotóxicos. Ya se sabe que
las plagas requieren dosis cada vez mayores de plaguicidas para superar la
resistencia que éstos generan con el tiempo.
Pero, al igual que ocurre en medicina, existe
resistencia a cambiar el modelo. Posiblemente tiene mucho que ver el miedo a lo
nuevo de quienes han aprendido sólo una manera de hacer las cosas. El poder
económico (de la industria alimenticia y farmacéutica, respectivamente) incide
grandemente, pues al ser los principales auspiciantes en la sociedad de
consumo, es difícil pedir a los medios comerciales que nos digan la verdad.
Si en el pasado la religión era la que decía a la
gente qué pensar, hoy es la ciencia. Y
si los científicos tienen su propia agenda para oponerse al cambio de un modelo
caduco e ineficiente (en agronomía y medicina), la única solución es que la
gente se informe y se ponga de pie para defender sus derechos.
El problema es complejo porque las grandes
corporaciones que han invertido billones en investigación y desarrollo de estas
tecnologías se convierten en defensores incondicionales de éstas, y usan
descaradamente su poder de negociación como los clientes más apetecidos del
medio publicitario para presionar por que se minimicen las noticias que
denuncian los riesgos de esos modelo. En el mass
media mundial sencillamente rara vez se escucha la [muy generalizada]
concepción de que la agroindustria (y la medicina moderna) son ineficientes y
desalmados negocios.
Hay casos en algunos países, pero más notablemente en
Argentina y EUA, de juicios de la empresa Monsanto contra medios de
comunicación que se han atrevido a advertir sobre los peligros de los
transgénicos. Monsanto, líder mundial en semillas transgénicas, también
practica la intimidación judicial hacia campesinos que tienen cultivos
transgénicos y no pueden presentar pruebas de haber comprado semillas.
La Alianza Biodiversidad, red de organizaciones
ambientalistas de toda América Latina, denunció que detrás del golpe de estado parlamentario que
recientemente sufrió Paraguay, están las grandes corporaciones del agronegocio, puntualmente Monsanto y Cargill, aliados con los
terratenientes y fuerzas reaccionarias de la más corrupta partidocracia
paraguaya. [1]
El periodista paraguayo Idilo Méndez Grimaldi denunció
que a consecuencia de la resistencia del Servicio Nacional de Calidad y Sanidad
Vegetal y de Semillas (SENAVE) paraguayo de insribir la semilla de algodón
transgénico, el derechista diario ABC Color lanzó una campaña mediática contra
su presidente, contra la Ministra de salud y el Ministro de ambiente de Lugo por
oponerse a los transgénicos. El principal accionista del diario es Aldo
Zuccolillo, dirigente de la Sociedad Interamericana de Prensa y con estechos
nexos con la UGP, la asociación campesina defensora del agronegocio que hizo
férrea oposición a Lugo.
Adicionalmente, Méndez Grimaldi denuncia que la prensa
paraguaya está llevando a cabo un macabro plan para desprestigiar a las
organizaciones campesinas encaminado a lograr la descampesinización del campo
paraguayo y que éste quede para usufructo exclusivo del agronegocio. [2]
Que los campesinos estén sujetos a comprar las
semillas a una transnacional, o a su propio gobierno, es contrario a los
principios de soberanía alimentaria, e incompatible con los valores humanistas
que practican los gobiernos progresistas sudamericanos. Las semillas han
existido libremente desde la revolución neolítica y es incierto qué podría
pasar en el futuro si su provisión se limita a pocas manos.
La agricultura ecológica, o Agroecología
Existe un movimiento cada vez más fuerte en el mundo
llamado Agroecología, impulsado por agricultores que incorporaron tecnologías de
vanguardia con conocimientos ancestrales y presentan un nuevo modelo de gestión
agrícola integral, sin el uso de agrotóxicos, que pone al ser humano antes que
el capital.
Recientemente en una medida sin precedentes
–considerando el enorme poder de la industria alimenticia dentro de la
burocracia internacional--, el Relator especial de la ONU
sobre el derecho a la alimentación declaró que la agroecología puede ayudar a
garantizar significativamente el derecho a la alimentación de los pueblos. El informe agrega "la agroecología puede
aumentar al mismo tiempo la productividad agrícola y la seguridad alimentaria,
mejorar los ingresos y los medios de sustento de la población rural y contener
e invertir la tendencia a la pérdida de especies y la erosión genética". [3]
Existen estudios que demuestran que una gestión
agrícola bien manejada, usando tecnología con cero impacto ambiental, es capaz
de ser tan o más productiva que la agroindustria. [4] Y esto sin considerar otras características de la
producción agroindustrial: inferior calidad nutricional de los alimentos, su
carga tóxica, los riesgos que sufren los agricultores, la pérdida de puestos de
trabajo en el agro, los subsidios a los agrotóxicos, las pérdidas causadas por
la erosión en el suelo, el impacto ambiental por la creación de "desiertos
verdes", entre otros.
Tomando en cuenta todos estos factores, que en los
análisis económicos tendenciosos se los suele ubicar como
"externalidades", no son tal en realidad, pues deberían ser
considerados como costos inherentes a la producción agroindustrial. Un estudio
del International Fund for Agricultural
Development IFAD de 2004 tomó una muestra de 5150 familias campesinas que habían
empezado a practicar la agroecología y determinó que en todos los casos las
familias obtenían mayores beneficios económicos que cuando practicaban
agricultura industrial. [5]
Recientemente la red Guardianes de Semillas realizó en
Loja, Ecuador un estudio comparativo entre la productividad de una hectárea en
un año de cultivo de maíz usando tecnología convencional (agroquímicos, pesticidas,
etc.) vs. técnicas agroecológicas. El estudio concluyó que la producción
agroecológica es más productiva, pues requiere de únicamente 5,5 hectáreas para
alcanzar la misma utilidad que generarían 19,6 hectáreas de cultivo convencional. [6] Este estudio no toma en
cuenta el costo de la erosión del suelo ni el impacto ambiental de los
agroquímicos, ni su impacto negativo en la salud humana y gastos médicos.
Esta diferencia no siempre es tan drástica (19 vs. 5
hectáreas), pues varía de un cultivo a otro. Sin embargo, el alto costo de la
úrea y el trabajo que implica enfrentar la naturaleza, incrementa costos
injustificadamente. Si a esto sumamos las facilidades que ofrece ahora el
gobierno para pequeños exportadores, el potencial de un cultivo orgánico es realmente
mayor. Una política gubernamental que profundice en el tema, concluiría que los
subsidios agrícolas (úrea y demás) no serían necesarios en un modelo agroecológico.
Lo que pasó en Rio+20
En la reciente conferencia Rio+20, la CIDSE, una
alianza de 16 organizaciones católicas en Europa y Norteamérica, declaró que
“el sector agrícola ha sido reducido a una función industrial para servir
propósitos económicos y a los mercados mundiales. Hay una necesidad de
reorientar el sector hacia el servicio a la sociedad. Se deben relocalizar los
sistemas de producción de alimentos, difundiendo modelos agroecológicos de
producción, y cuestionar los modelos de producción y consumo actuales”. [7]
Durante la conferencia se dieron cita algunas
reuniones paralelas sobre agroecología, y ésta fue mencionada durante toda la
Conferencia como un modelo de tecnología alternativa capaz de paliar el
problema ambiental del planeta. [8]
En Rio+20 la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología
reportó que:
--- En algunas de las
principales regiones productoras de cereales del mundo, la tasa de rendimiento
está decreciendo, a pesar del uso cada vez mayor de fertilizantes. Cuando se tiene
en cuenta la dependencia del petróleo y la huella ecológica de la agricultura
industrial, surgen graves preguntas sobre la sostenibilidad medioambiental,
económica y social de las estrategias agrícolas modernas. La intensificación de
la agricultura con variedades de cultivos de alto rendimiento, fertilización,
irrigación y pesticidas tienen un fuerte impacto sobre los recursos naturales
con graves implicacaciones en el medio ambiente y la salud. Se ha estimado que
el costo de las externalidades de la agricultura industrial en el Reino Unido
es de entre 2.300 a 3.100 millones de dólares al año. Y en EUA casi 20.000
millones de dólares al año. Y si se consideran los costos por daños a recursos
hídricos, suelos, aire, fauna silvestre, biodiversidad y salud humana, otros
USD 5.700 millones surgen del costo invertido en programas para solucionar
estos problemas o para fomentar una transición hacia sistemas más sonstenibles.
El orgullo estadounidense de tener comida barata es sólo una ilusión; los
consumidores pagan mucho más allá del precio estipulado en las tiendas de
comestibles. [9]
Irene Cardoso, vicepresidenta de la Associacao Brasileira da Agroecologia, en
entrevista con AgricultureNetworks, poco antes de la Conferencia Rio+20 declaró
que:
--- Brasil es un ejemplo de cómo políticas [gubernamentales] pueden
fomentar el desarrollo de una agricultura sostenible. En Brasil hay una ley que obliga a las escuelas públicas a comprar el
30% de sus provisiones de fincas familiares. Esto
fomenta la proliferación de familias productoras, lo que a su vez favorece a la
agroecología […] En la zona de Mata, muchos campesinos producen café usando
métodos agroecológicos. También cultivan banano, aguacate y madera mientras
cuidan por la calidad del suelo y del agua. Esos campesinos han declarado que sus
ganancias no son inferiores comparado con los métodos convencionales. Hoy en
día, en Brasil el entorno político favorece el enfoque agroecológico más que
hace diez años. ¡Hemos cambiado la mentalidad de la gente! [… ] El lanzamiento
durante Rio+20 de las nuevas leyes favorables a la agroecología en Brasil, que
fueron consensuadas con agricultores, científicos y ténicos involucrados con el
tema, podrá ser un ejemplo para otros países.
Pero paradójicamente,
Brasil es el mayor consumidor mundial de agrotóxicos, pues el 20% de la
producción mundial de químicos para consumo agrícola se consumen en este vasto
territorio de contrastes.
El sustento científico de la agroecología
La Universidad de Tufts en Massachussetts
condujo una investigación, que estuvo a cargo de Mamerto Pérez de Bolivia,
Sergio Schlesinger de Brasil, y Timothy A. Wise de EUA, cuyas conclusiones
fueron que la promesa de un desarrollo basado en exportaciones agrícolas es
exagerada, mientras que los peligros para los productores de pequeña escala son
muy reales. Y atribuye el inicio del proceso de la industrialización de la
agricultura al Consenso de Washington y la [neo] liberalización de la economía.
Otra conclusión del estudio fue que:
-- La exportación agrícola
basada en la expansión del acceso a los mercados globales, no es por sí sola un
motor confiable para un desarrollo que beneficie a la población rural. Las agroindustrias de la soya
de Sudamérica son innegables ganadoras de la liberalización global del comercio,
pero pocos de sus beneficios se dirigen a las comunidades rurales. Basadas en
el uso intensivo de insumos y en la industrialización del monocultivo, a pesar
de su creciente producción, han disminuido el empleo y el salario. Además, su
expansión agrícola en tierras muy frágiles deja un daño ambiental duradero.
El informe
señala que el énfasis de la inversión pública en programas anti-pobreza relega
a las comunidades rurales al rol de receptores de donaciones en desmedro de su
importancia como productores de alimento. Según ellos, difícilmente el sector
privado proporcionará inversiones adecuadas a este propósito. La agricultura familiar
necesita apoyo del Estado y organizarse para asegurar su participación de los
beneficios surgidos en nichos de mercados y en el crecimiento del sector de los
supermercados. La economía globalizada ofrece oportunidades para los
agricultores de pequeña escala, a condición de que reciban apoyo público
sostenible y organización. Los supermercados y otros compradores demandan
volumen, homogeneidad y entrega oportuna, lo que pone a estos agricultores en
desventaja frente al agronegocio.
Y concluye
que es muy importante reconocer y realzar el rol de la agricultura familiar en
el cuidado del medio ambiente rural. El mercado liberalizado no reconoce estas
contribuciones de los agricultores de pequeña escala. Las políticas públicas
deben encontrar maneras de reconocer estos servicios ambientales críticos:
diversificación de las semillas, manejo del agua, preservación de los suelos,
secuestro del carbón, conservación de la biodiversidad, etc. [10]
El Dr. Adolfo Maldonado, español, define el problema
de la agroindustria en estos términos:
--- Mientras en el norte se
acelera la producción a base de hormonas, el sur sigue mirando al norte como
ejemplo a seguir y destina enormes extensiones de tierra para producir
transgénicos que necesitan cinco veces más químicos que los cultivos
tradicionales […]
En este sur se destruyen las
mejores tierras para que produzcan para los países ricos, las selvas se
eliminan para crear plantaciones de palma africana y proveerlos de
biocombustibles, y en las costas se apuesta por el banano mientras la
producción extensiva e intensiva de camarones acaba con los manglares de cuyos
recursos vivían miles de pescadores.
Caña, café, cacao, flores,
tabaco, banano, son parte de esta “economía de la sobremesa”, como la ha
calificado Edgar Isch, que desatiende los problemas propios que darían
soberanía alimentaria para ser servidores de otros. Destruimos nuestras áreas
protegidas para sacar petróleo y sembrar biocombustibles. [11]
Según el documental Seeds of Freedom, las grandes corporaciones que lucran de la
agroindustria constantemente, a través de sus aliados los medios de
comunicación comerciales, quieren proyectar el mensaje de que la agricultura
familiar y agroecológica es atrasada, y la solución a la pobreza es la
industrialización del agro. Pero la verdad es que la agricultura familiar
alimenta al 70% de la humanidad, y es el único sistema de producción agrícola
sustentable. [12]
La controversia por los transgénicos
Pese a que las autoridades de los Estados Unidos han
tratado de defender contra viento y marea los cultivos transgénicos, hay suficiente
evidencia que indica que éstos no son tan sanos como los quieren retratar. EUA
lleva la batuta a nivel mundial en la defensa de los alimentos genéticamente
modificados y en la insistente y dudosa
aseveración de que no hay diferencia entre un injerto botánico y un transgénico.
Los defensores de estas nuevas tecnologías piden
"estudios concluyentes" que demuestren que los transgénicos son
dañinos. Y tachan de fatalistas o “emotivos” a quienes desconfían de estas
tecnologías. El problema es que con humanos es difícil tener "estudios concluyentes"
porque gran parte del potencial de riesgo de los transgénicos es a nivel
genético, es decir que es imposible ver afecciones hasta que no hayan pasado
dos o tres generaciones.
Por ejemplo, un estudio con hamsters alimentados con
soya transgénica demostró que su consumo aumentaba la mortalidad infantil y a
la tercera generación muchos ratones dejaban de ser fértiles. A algunos les
salían extraños pelos en la boca. Esto significa que los transgénicos bien
podrían dejar secuelas a nivel genético que la humanidad no tendrá forma de avertir
sino hasta después de 40 ó 50 años.
Un estudio realizado en humanos advierte que si el gen de antibiótico insertado en los cultivos
transgénicos se traspasara a los humanos que lo consumen, podría crear super
enfermedades resistentes a los antibióticos.
Esta conclusión se complementa con un estudo realizado
recientemente por investigadores canadienses y publicado en el jornal Reproductive Technology, que reporta que
los pesticidas usados en los cultivos transgénicos, y algunos de los genes
usados para crear organismos genéticamente modificados, eran capaces de
sobrevivir en el tracto digestivo humano, y de transmitirse a bebés en
gestación.[13]
Este descubrimiento contradice la tesis sostenida por el gobierno de EUA y
Monsanto, quienes aseguran que los genes y bacterias insertados en los cultivos
transgénicos no pueden sobrevivir en el tracto digestivo.
Transgénicos y alergias
Adicionalmente, hay muchos estudios que indican que
las proteínas transgénicas son alergénicas. En experimentos con ratones se ha
comprobado que la soya transgénca reduce drásticamente la variedad de enzimas
digestivas. Las enzimas digestivas son necesarias para tener tolerancia a los
alimentos, y en su ausencia se producen las alergias.
En Inglaterra, las alergias a la soya incrementaron en
un 50% luego de que se empezara a consumir soya transgénica. Ha habido ya casos
de intoxicaciones con alimentos transgénicos, pero sobre los efectos a largo
plazo es imposible tener estudios concluyentes, pues son tecnologías muy
recientes. A nivel de conjeturas, la gran mayoría de médicos holísticos en el
mundo están convencidos que la reciente ola de enfermedades crónicas, autismo,
alergias, problemas reproductivos y digestivos es consecuencia de la difusión
de los cultivos transgénicos en el mundo.
Por todos esos motivos, muchas
organizaciones médicas y de consumidores en todo el mundo recomiendan evitar
consumir alimentos transgénicos hasta no tener experimentos a
largo plazo. La idea de que la tecnología puede realmente crear alimentos
mejores a los naturales va en la misma línea de aquella arrogancia propia del siglo XX que
creía que la naturaleza era imperfecta y el rol de la ciencia era mejorarla. Es
la misma mentalidad que se opone a la medicina natural y sigue creyendo que los
extractos de las sustancias medicinales naturales –las drogas—son mejores que
sus contrapartes naturales.
Según el doctor Arturo Quizhpe, decano de la facultad
de Ciencias médicas de la Universidad de Cuenca, es difícil predecir cuáles
podrían ser los efectos a largo plazo de la ingestión de genes usados en esta
clase de alimentos, pero cada vez existe en los ámbitos académicos ligados a la
salud, preocupación sobre los cuidados que debe tenerse en el más manejo de esas
tecnologías. Quizhpe asegura que mientras más temprano la introducción de
transgénicos en las dietas de infantes, mayor riesgo de sensibilización y
producción de alergias de gravedad incierta e impredecible. Y sugiere también
la posibilidad de resistencia a los antibióticos en los seres humanos que
consumen transgénicos en forma reiterada, un asunto que merece investigarse y
documentarse.
A corto plazo, lo que sí es evidente y palpable es
que, al haber recibido genes de bacterias super resistentes para poder usar
pesticidas poderosos como el glifosato, la cosecha inevitablemente va a tener
residuos en cantidades considerables del agrotóxico que no matarán a la planta
pero sí pueden hacer daño al ser humano que la consuma.
La productividad de los
transgénicos
En cuanto a la productividad, un reciente estudio
realizado por la Universidad de Kansas demostró que la soya transgénica
produce un 10% menos de alimento que la soya tradicional, desmintiendo otro de
los grandes mitos: que los transgénicos son muy rendidores. [14]
Para quien es muy rendidor un cultivo transgénico es
para el empresario, pues una plantación transgénica requiere drásticamente
menos mano de obra que un cultivo tradicional. En
los cultivos de soya transgénica en Argentina se utiliza como promedio un
trabajador por cada 225 hectáreas cultivadas.
La edición de julio de 2012 del jornal GM Crops & Food reporta el
surgimiento de una nueva variedad de supergusanos que sí puede acabar con
plantaciones de maíz transgénico. En el año 2003, se lanzó al mercado mundial
con bombos y platillos una nueva especie de maíz transgénico al que se le había
inyectado el genoma de la bacteria Bacillus thuringiensis, más conocida como
Bt. Con esto, los gusanos de tierra que ingerían el maíz morían, volviendo a
los cultivos inmunes a esta amenaza.
Pues bien, ahora esta tecnología que está difundida
por todo el mundo está en riesgo de desplomarse, pues luego de una mutación
genética, los gusanos de tierra han mutado para volverse resistentes a la
bacteria Bt y, según se estima, tienen 11 veces más posibilidades de sobrevivir
que en los tiempos en que se sembraba maíz convencional. [15]
Este gravísimo tema ha sido minimizado por los medios
de comunicación pero, dado lo dependiente que se ha vuelto la economía
norteamericana del maíz transgénico, los resultados del surgimiento de estos supergusanos
son impredecibles. En una carta firmada por 22 prominentes científicos, éstos
advierten al gobierno de EUA sobre los graves
riesgos para la economía de ese país si se desencadena una plaga a nivel
nacional de estos gusanos mutantes.
Transgénicos y corrupción
pública
Jeffrey
Smith, en lu libro Seeds of Deception
habla de los años en que Michael Taylor, un ex abogado de Monsanto, manejó el
tema Transgénicos en la Food & Drug
Administration norteamericana –la polémica FDA.
El
libro cita al fiscal Steven Druker, quien estuvo a cargo de analizar documentos
internos de la FDA:
-- “Durante los años de Michael Taylor,
se borraron sistemáticamente referencias a los efectos secundarios de los
transgénicos, pese a la protesta de científicos de la agencia. Mientras Taylor
estuvo en la FDA, ésta expidió un documento definitivo que dejó sentada la
posición de EUA (y por ende, Latinoamérica), respecto a este tema: que los
alimentos transgénicos no son más riesgosos que los naturales y que la agencia
no tiene evidencia de lo contrario.
El
libro relata que cuando esta declaración fue emitida, el público no estaba al
tanto de los desacuerdos internos en la FDA, pero luego esto se hizo public
como consecuencia de una orden judicial. El tema fue ignorado por los medios de
comunicación. Finalmente, el libro cita a Linda Kahi, una ex agente de la FDA
que declaró que en la Agencia “querían forzar la conclusión de que no hay
diferencia entre los alimentos genéticamente modificados y los injertos”.
Cita
también a Richard Borroughs, veterinario de la FDA, refiriéndose a los cambios
que vivió la FDA desde que surgieron los trangénicos:
-- “Había una fuerte tendencia para
aprobar todo a cualquier precio. Pasamos de tener un ambiente académico/universitario
donde había investigación científica independiente, a una atmósfera de ‘Aprueba,
aprueba, aprueba’ [Ahí empezó a entrar gente nueva y] se perdió la
responsabilidad de la agencia para con la salud de la población”.
Cita
la declaración de un funcionario del Congreso de EUA en los primeros años de
los transgénicos:
-- “En la FDA la moral apesta. Cientos de
personas se han retirado o renunciado en rechazo. La mejor gente, la que creía
en trabajar por la salud pública, se ha ido”.
El
genecista David Suzuki, que ha investigado a fondo los transgénicos, sostiene
que “Cualquier político o científico que
diga que estos productos son seguros es muy estúpido o está mintiendo –los
experimentos no se han hecho”.
La
Royal Society de Canadá sostiene que
es “científicamente injustificable” que se diga que los transgénicos son
seguros. Un reporte de 245 páginas sobre el tema asegura que un organismo genéticamente
modificado necesariamente va a tener cambios colaterales en su comportamiento
en respuesta a los nuevos genes insertados. Así como cambios en los patrones de
las proteínas producidas en el cuerpo y cambios en las actividades metabólicas,
que pueden resultar en toxinas nuevas u otras sustancias dañinas.
El
reporte de la Royal Society es claro cuando cita a la revista inglesa Nature Biotechnology: “Los riesgos en
biotecnologías son innegables, y están en el área de lo imposible de saber. Lo
prudente es reconocer esos riesgos y no ser demasiado optimistas ante ellos”.
En
Europa hay muchas leyes que restringen los transgénicos, y en todos los casos
es reglamentario que los alimentos transgénicos adviertan serlo en su etiqueta.
En EUA hay una áspera controversia, pues el gobierno se resiste a la presión
pública para reglamentar el etiquetado de transgénicos. Recientemente, en una
victoria civil difícil de creer (en EUA), se aprobó un referéndum en California
para preguntar a la población si quiere que los transgénicos sean etiquetados.
El
Toxicology Group señala cuatro tipos
de efectos negativos a corto plazo producidos por el consumo de transgénicos:
(1) Niveles mayores de toxinas naturales (2) Aparición de toxinas nuevas, no
identificadas previamente; (3) Mayor tendencia a recoger sustancias tóxicas del
ambiente, como pesticidas o metales pesados, y (4) Alteraciones no deseables en
los niveles de nutrientes.
Esto
es únicamente en lo que atañe a efectos a corto plazo y a salud de los
consumidores: las
fumigaciones aéreas con potentes herbicidas crean literalmente desiertos verdes
donde se arrasa con el mínimo rezago de biodiversidad. A nivel social se reduce
la necesidad de mano de obra. A nivel cultural se traslada al campo modelos
industriales competitivos y neuróticos.
Es oportuno aclarar que no todos los transgénicos
son igualmente dañinos. Es
posible que, llevando a cabo los tests alergénicos recomendados por la OMS se
pueda determinar de una manera responsable que una nueva variedad de
transgénico no produce alergias. El problema es que, antes de probar el
producto en humanos durante un tiempo mínimo es imposible estar seguros de los
efectos a mediano y largo plazo. Sobre lo que sí hay un consenso a nivel científico es que aquello de que
no hay diferencia entre los cultivos transgénicos y los naturales es una vil
mentira, y que el uso intensivo de
plaguicidas inherente a los transgénicos afectan gravemente la salud de los ecosistemas,
los agricultores y los consumidores.
Transgénicos en la medicina
En medicina hay aplicaciones transgénicas, como algunas variedades de insulina por ejemplo, que han llevado a muchas personas a pensar que es un error prohibir los transgénicos.
-- "Los fármacos no son en sí organismos transgénicos, sino que son subproductos (como la insulina) que no contienen los transgenes y son consumidos solo eventualmente, a diferencia de los alimentos transgénicos (como la soya o el maíz), que nosotros consumimos directamente, casi a diario y que contienen en sí mismo los transgenes que inlcuyen material de virus y bacterias infecciosas y que pasan a ser parte de nuestro propio organismo. Adicionalmente, en las investigaciones médicas, estas sustancias están confinadas en áreas esterilizadas y de laboratorio, cerradas ante cualquier posibilidad de contacto con el medio exterior, y además con estrictas normas de bioseguridad. Y aun así, eso no es una garantía de que estén libre de riesgos. Se cree muy probable que la crisis europea de "los pepinos" por causa de la bacteria E. Coli, es producto de la transgénesis. Y aunque fuéramos permisibles en este caso, estos procedimientos distan muchísimo de la estupidez de cultivar al libre ambiente millones de hectáreas de cultivos transgénicos que interactúan con el ecosistema y que se están convirtiendo rápidamente en nuestra comida, se convierten en parte de nuestro propio organismos con terribles efectos ya comprobados. Ahora quieren usar el argumento de la insulina transgénica para decir que los transgénicos son buenos, y que no se deberían prohibir los transgénicos por este motivo".
La polémica en Ecuador
En Ecuador se han dado muchos cambios positivos a
nivel político, insuales en el mundo actual, pues la mayoría de los gobiernos
suelen estar estrechamente aliados al poder económico. En materia agrícola podría
haber algo de desinformación en las altas esferas de gobierno, lo que podría
estar permitiendo que los intereses de la agroindustria logren materializar su
presión para evitar que el mandato constitucional se traduzca en leyes. El
principal enemigo de la salud de la gente es la desinformación.
La Conferencia por la Soberanía Alimentaria (COPISA)
presentó a la Asamblea Nacional el proyecto de ley de Semillas y
Agrobiodiversidad, y éste se está debatiendo actualmente. Con un apoyo masivo
de más de 100 organizaciones campesinas, la COPISA ha hecho un trabajo de
hormiga recorriendo el país y captando el sentir del campesino frente a los
químicos usados en el agro.
El Instituto Nacional Autónomo de Investigaciones
Argopecuarias (INIAP), que es el órgano encargado de tecnificar la práctica
agrícola en el país, se ha convertido en principal crítico de la propuesta de
ley, pues en una carta abierta al Presidente de la República, acusa a la ley de
pretender erradicar los monocultivos en el país.
La COPISA responde dicha carta, aclarando que la intención de la ley no es erradicar los
monocultivos, sino abrir un espacio para la agroecología, pues el marco legal
existente estimula únicamente la agroindustria convencional, a nivel de préstamos y subsidios.
El INIAP también hace referencias a numerosos tratados
internacionales que el Ecuador violaría de aprobarse una ley agroecológica,
pero la COPISA responde que la Constitución y la soberanía nacional están por
encima del cumplimiento de cualquier tratado internacional.
El INIAP objeta también que la ley de Semillas y
agrobiodiversidad trata demasiados temas; que deberían ser leyes separadas. La
respuesta que presenta la COPISA es tan clara y persuasiva que la reproduciré
textualmente:
Desde el
paradigma occidental que orienta mayormente a nuestra ciencia y tecnología, se
considera deseable la “fragmentación y especialización” del conocimiento, pero
desde la práctica cotidiana de la agricultura familiar y desde el paradigma
de la Soberanía Alimentaria, lo deseable es recurrir a la integración, el
pensamiento complejo, el manejo de sistemas. La clave fundamental de esta propuesta de ley
es reconocer la importancia de la agrobiodiversidad y la semilla campesina, y
fomentarla no solo como objeto sino como un sistema complejo que incluye
conocimientos y saberes asociados, y una tecnología apropiada para su manejo,
cultivo y desarrollo. Esto es a lo que llamamos Agroecología, por esta razón es
pertinente una asociación de estos temas en la propuesta de ley.
Preocupados por la noticia de que la Escuela
Politécnica del Litoral de Guayaquil está produciendo una variedad de banano
transgénico, la sede del movimiento Slow Food en Italia envió una carta al
presidente Correa advirtiéndole sobre lo riesgoso que sería para la imagen del
país ante los compradores de sus productos en Europa que ven a Ecuador como un
país libre de transgénicos.
Si consideramos que Ecuador tiene una enorme
biodiversidad y una Constitución verde, lo natural sería que el país avance
unificada y consensuadamente hacia un modelo agrícola ecológico que permita una
alimentación más saludable y una vida en el campo menos estresada. Y que
posicione internacionalmente los productos ecuatorianos como orgánicos y
producidos con comercio justo.
Llegan los medios comerciales
La
Revista Gestión publicó recientemente un reportaje de más de diez páginas en
defensa de los transgénicos. En respuesta, más de 80 organizaciones campesinas
y sociales firmaron una carta dirigida a la Subdirectora de la revista que
refuta uno por uno los argumentos que presenta el artículo para defender los
transgénicos.
Ante
la afirmación del artículo de que el uso de transgénicos es sinónimo de avance
tecnológico, la carta argumenta:
La economía que se ha desarrollado en
torno a la agrobiotecnología ha seguido precisamente esta lógica de acumulación
excluyente a la que hace mención el Plan Nacional del Buen Vivir. No es de extrañarse
que los países que han adoptado de manera más agresiva los cultivos
transgénicos con resistencia a herbicidas, sean aquellos donde se registran los
niveles más altos de concentración de la tierra. Y es que al analizar una tecnología, no se puede abstraer del
contexto social y económico en la que ésta se aplica. No podemos detenernos solamente a evaluar los problemas tecnológicos
de los transgénicos (que son muchos), es necesario además tomar en
consideración factores como que los cultivos con resistencia a herbicidas son
concentradores de tierra, pues las semillas se aplican usando un paquete
tecnológico que incluye la llamada de “siembra directa” y la agricultura de
precisión que requieren inmensas máquinas, cuya adquisición no se justificaría
si no fuera para grandes extensiones. A esto hay que sumarle que las
aspersiones con herbicidas no permiten la coexistencia con otros cultivos, lo
que da como resultado gigantescos monocultivos de cientos de miles de
hectáreas.
Nada más alejado del Buen Vivir, principio también
reconocido en la nueva Constitución, que plantea una nueva relación entre los
seres humanos con la naturaleza, y los seres humanos entre sí. Esta
nueva relación puede tener como asidero la Agroecología, modelo basado en la
riquísima agrobiodiversidad del Ecuador y que es reconocido por las propias
Naciones Unidas y la comunidad científica por sus efectos positivos en la producción alimentaria, en la
reducción de la pobreza y en la mitigación al cambio climático[16]. Las múltiples experiencias con las que
contamos en nuestro país y en todo el mundo, así lo demuestran.
La
misma carta aclara que el artículo recurrentemente cita estudios de la ISSA
para fundamentar su discurso, una organización aparentemente financiada por la
industria alimenticia. Según el Food and
Water Watch, la ISSA
utiliza en su informe sobre los transgénicos afirmaciones exageradas y hace
juegos de manos para ‘demostrar’ la supuesta popularidad de los cultivos
transgénicos.
¿Qué dice Correa?
El Presidente Rafael Correa ha sugerido en algunas
ocasiones que los pequeños propietarios en el agro podrían asociarse y
“tecnificarse”. El problema con esta idea es que parte de un supuesto
incorrecto: que la industrialización del agro genera mayor productividad,
cuando no es así. Mayor productividad para el empresario no es lo mismo que
bienestar para la gente. La agroecología tiene el potencial de ser igual o más
generadora de riqueza. Y no sólo riqueza sino bienestar.
La agroecología no está reñida con una tecnificación y
racionalización de los procesos, protege al país del impacto
ambiental del crecimiento de la frontera agrícola, ahorra en costos de salud
pública y cumple el mandato constitucional de avanzar hacia un modelo de
atención médica primaria.
Cada vez más, en el mundo la gente busca alimentarse
sanamente. Hoy se valora más el trabajo de las microempresas comunitarias, el
comercio justo y las fincas familiares. La fragmentación de los procesos que
trae la industrialización los vuelve menos auténticos e integrales. Ecuador
está en una posición de credibilidad para asociar su marca país a la agroecología,
y dar a su imagen gastronómica una identidad orgánica y natural. El potencial
del país como exportador de productos orgánicos y productos alimenticios
manufacturados es muy interesante. El beneficio a nivel turístico de ser un
país donde el cultivo de la tierra se hace con respeto al medio ambiente y a
los campesinos tiene un potencial económico mucho mayor que la promesa de
grandes plantaciones de monocultivos.
Hoy más que nunca es importante que se dé un diálogo
nacional desapasionado y que la voz de la gente y su derecho a alimentarse
sanamente prevalezca por encima de los intereses de la poderosa industria
alimenticia. Si la propuesta de ley de semillas y agrobiodiversidad llega a
buen término, Ecuador estará dando ejemplo una vez más de lo que
es un gobierno que pone los intereses de la gente antes que los del capital.
Fuentes
Reseña
del libro Seeds of Deception de Jeffrey Smith, un completo alegato contra la
difusión de los transgénicos en el mundo: http://www.wanttoknow.info/deception10pg
Ver la propuesta de ley en http://www.soberaniaalimentaria.gob.ec/pacha/wp-content/uploads/2012/03/PROPUESTA-LEY-AGROBIODIVERSIDAD-SEMILLA-AGROECOLOGIA1.pdf
Entrevista en video a Miguel Altieri, Presidente de la
Sociedad científica latinoamericana de agroecología y profesor de la
Universidad de California en Berkeley http://time.hasco.me/rio20-agroecology-is-the-only-path-miguel-altieri/
Documental Seeds of Freedom (en inglés, 30 minutos, de
acceso libre): http://topdocumentaryfilms.com/seeds-of-freedom/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+TopDocumentaryFilms+%28Top+Documentary+Films+-+Watch+Free+Documentaries+Online%29
[1] http://bioseguridad.blogspot.com/search/label/es
[2] http://bioseguridad.blogspot.com/search/label/es
[3] http://www2.ohchr.org/english/issues/food/annual.htm www.srfood.org http://uncsd.iisd.org/news/report-on-agroecology-highlights-benefits-for-sustainable-development/
[4] http://aspta.org.br/wp-content/uploads/2012/05/SOCLA-Rio+20-scaling-up.pdf
[5] http://aspta.org.br/wp-content/uploads/2012/05/SOCLA-Rio+20-scaling-up.pdf
[6] http://es.scribd.com/doc/99476602
[7]http://www.uncsd2012.org/content/documents/The%20changes%20we%20need%20for%20the%20future%20we%20want_CIDSE%20recommendations%20for%20Rio+20.pdf
[9] http://rio20.net/propuestas/agroecologia-unica-esperanza-para-la-soberania-alimentaria-y-la-resiliencia-socioecologica
[10] http://ase.tufts.edu/gdae/Pubs/rp/AgricWGReportJuly08SumSpan.pdf
[11] http://ia700204.us.archive.org/11/items/RestablecerLaSaludDeLosEcosistemasParaContenerLaResistenciaBacteriana/RestablecerLaSaludDeLosEcosistemasParaContenerLaResistenciaBacteriana.pdf
[12] http://seedsoffreedom.info/
[13] http://www.rodale.com/genetically-modified-food-0
[14] http://www.independent.co.uk/environment/green-living/exposed-the-great-gm-crops-myth-812179.html
[15] http://www.landesbioscience.com/journals/36/article/20744/ http://www.naturalnews.com/036254_GM_corn_rootworm_crop_failures.html
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